Por: Oscar Minor García
Pocas veces nos detenemos a pensar en la edad que tienen los materiales de construcción con los que los edificios que vemos están constituidos. Para nosotros, el edificio La Nacional (aquél edificio inclinado frente a bellas artes y que año tras año vemos como se inclina aún más) siempre ha estado ahí. Efectivamente, lleva ahí casi 90 años, se inauguró en 1932 como el primer rascacielos en México, con una estructura de acero fabricado por la Compañía de Fierro y Acero de Monterrey, pero su estructura fue recubierta con concreto, fabricado por la compañía de cemento Tolteca.

– El concreto como material de construcción
El concreto como material de construcción es relativamente nuevo. En 1824 el inventor inglés Joseph Aspdin creó el cemento Portland quemando piedra caliza y arcilla juntos. No fue hasta 1867 cuando un jardinero francés, M. Joseph Monier, creó el concepto de concreto reforzado cuando en la elaboración de unas jardineras para arbustos incluyó barras metálicas para compensar la poca resistencia que tiene el material a la tensión. Monier realizó algunas construcciones en Francia con este sistema en los años siguientes, sin lograr mayor popularidad en parte porque se basaba en la experiencia sin un fundamento científico definido. El sistema de Monier llamó la atención de G. A. Wayss, quien compró las patentes para Alemania. Así, en los años posteriores se elaboraron experimentos que comprobaron la efectividad del material, se estudió su comportamiento. La elaboración de la teoría del diseño de elementos de concreto se enriqueció por el trabajo de diversos ingenieros en las últimas décadas del siglo XIX, por ejemplo, M. François Hennebique y M. Paul Cottaçin utilizaron barras y estribos para contrarrestar los esfuerzos debidos a la fuerza cortante.
– El concreto en México
El concreto reforzado llegó a México en 1902, cuando el contralmirante Ángel Ortiz Monasterio regresó a México con una representación para la utilización del sistema patentado por Hennebique, y comenzó a utilizarlo principalmente en la construcción de cimentaciones. Recordemos que en esos años Porfirio Díaz impulsó la construcción de grandes proyectos públicos que cambiaron el rostro de la ciudad. Entre ellos se pueden mencionar el Palacio de Correos, cuya cimentación se logró con una parrilla de rieles metálicos a los que se les agregó concreto para lograr una placa uniforme que distribuye los esfuerzos de forma uniforme hacia el suelo. A juzgar por su comportamiento a lo largo del siglo XX, esta solución tuvo resultados satisfactorios pues no es posible observar problemas por asentamientos diferenciales en este edificio, en contraste con todos los edificios del perímetro.
Para los festejos del centenario del inicio de la independencia de México se proyectaron varios monumentos en los que el concreto tuvo participación. Entre ellos, los pilotes de concreto utilizados tanto para el Monumento a la Independencia como para el Hemiciclo a Juárez.
Después del auge constructivo en los últimos años de Porfirio Díaz como presidente de México, la industria se detuvo casi por completo durante la Revolución Mexicana. Existen pocas construcciones que datan de la segunda década del siglo XX. Poco a poco se retomaron las construcciones en la década de los años 20 y de la misma forma, el concreto como material de construcción adquirió popularidad, en gran medida por la amplia campaña publicitaria por parte del “comité para propagar el uso del cemento Portland”, formado por fabricantes, arquitectos y constructores. El comité publicó la revista mensual cemento entre 1925 y 1929, en la que se resaltaban las innumerables ventajas de utilizar el concreto como material de construcción, además de incluir recomendaciones y especificaciones para el diseño de elementos constructivos con concreto.

Lo que en esos años se llamó estilo arquitectónico moderno, que ahora conocemos como Art Decó, tuvo también una gran importancia en la propagación del uso del concreto en la construcción. Una de las mayores características de este estilo es el uso de diversos planos en las fachadas, que crean un juego de líneas y formas geométricas que le dan una personalidad dinámica a estas construcciones. Esto fue logrado únicamente con el concreto utilizado en los recubrimientos de las fachadas. Ejemplos de esto es el edificio de la Inspección de Policía y del Cuerpo de Bomberos, que ahora alberga el Museo de Arte Popular.
La Ciudad de México crecía con el desarrollo de nuevas colonias como Hipódromo-Condesa, colonia del Valle y colonia Narvarte. El sistema constructivo característico de las casas en estas colonias es de muros de mampostería elaborados con piezas de cemento arena, los cuales se recubrían posteriormente con mezclas de cemento.
– Edificios de concreto
Para los edificios se siguió optando por un armazón de acero en analogía a los huesos de un ser humano. El recubrimiento pasó a ser en lugar de grandes bloques de piedras como los utilizados en Bellas Artes o el Banco de México, por un recubrimiento de concreto con el que se obtenían ventajas tanto de protección al acero de la corrosión, además de eliminar los trabajos de corte de los bloques de piedra, como disminuir los costos de transporte. Adicionalmente, el concreto requería menores espesores por lo que el espacio en las construcciones era comparativamente más amplio. Todos estos factores técnicos, así como la invención de los elevadores, derivaron en la construcción de edificios cada vez más altos, de hasta 10 niveles.
El edificio La Nacional superó en altura a todas las construcciones que existían en la ciudad de México con excepción de la Catedral Metropolitana, con lo que se ganó el título del primer rascacielos en México. No existe información concreta sobre la intención del uso del concreto que cubre la estructura metálica. Sin embargo, este material se colocó no solo en las columnas sino en las fachadas, en las que aún se observan algunas marcas de la cimbra. En consecuencia, resultó un edificio sumamente rígido que ha resistido con satisfacción los grandes terremotos que han afectado a la ciudad en el siglo XX.

“El concreto es para siempre” se lee en las páginas de la revista Cemento. No es del todo correcto. Las construcciones con concreto tienen no más de 150 años, en comparación con los edificios de mampostería de más de 500 años que sobreviven en México. Sin embargo, es mucho más de lo que vive un ser humano, lo que favorece la idea de solidez y eternidad del concreto. Existen muchos problemas asociados a este material que lo hacen especialmente vulnerable, principalmente la corrosión del acero de refuerzo. Es un material de construcción muy eficiente, con una buena resistencia lo que lo ha llevado a su popularidad y empleo extensivo en todo el mundo, pero que requiere mantenimiento y cuidado, como cualquier otro material.